Movimiento woke, un “progresismo” recalcitrante.
- Saúl Loera
- 13 mar
- 5 Min. de lectura

Entre las múltiples batallas que se libran en el país vecino, en México ha pasado casi de noche el férreo choque por el “movimiento woke” que vive no sólo la clase política, sino la propia sociedad estadounidense, pero si bien muchos de los conflictos de EU tienen repercusiones internacionales, en este tema en el que ha sido protagonista mundial, el influjo recibido por los mexicanos y una gran parte del globo, es algo que apenas está por calcularse.
Este movimiento tiene origen en las luchas afroamericanas de los años 50´s y 60´s del siglo pasado por evitar el racismo y la exclusión social. “Woke” es el pasado del verbo “wake”, que literalmente significa ´despertar´. Este término volvió a la centralidad pública estadounidense en años recientes con el movimiento “Black lives matter”, que significa, la vida de las personas negras importa, y que surgió en el 2013 en respuesta a la brutalidad policial que sigue padeciendo esa comunidad.
Sin embargo, pronto se identificó y asumió otras causas tales como los derechos LGTBQ+, la equidad de género, derechos migrantes, el cambio climático, críticas al capitalismo y la desigualdad económica. Así, “stay woke” (estar o mantenerse despierto), empezó a ser relacionado como un movimiento “progresista”, en el que las personas se reivindican como vigilantes de las injusticias sociales y a favor de las causas que ellos asimilan como las necesarias y convenientes para el desarrollo de una sociedad justa.
Empero, este movimiento social y cultural, fue asumido por algunos miembros de la clase política, de tal modo que algunos líderes del partido demócrata asumieron su agenda y no sólo lo utilizaron como bandera electoral, sino que llevaron al desarrollo de políticas públicas varias de sus causas, en donde la agenda LBGTQ+ fue tomando una centralidad vertiginosa. En 2011, el gobierno de Barack Obama instruyó a las agencias federales de su país promover y proteger los derechos de las personas de este colectivo. Entre dichas agencias, se encontraba la USAID.
La USAID es una agencia federal estadounidense fundada en 1961 para coordinar la ayuda humanitaria y de apoyo económico que EU otorgaba a países en vías de desarrollo. Con el tiempo incluyó la promoción de la democracia y los Derechos Humanos y ya para nuestro siglo, con la directriz de Obama antedicha, dentro de éstos, se decidió apoyar los derechos de la comunidad LGBTQ+. De tal modo que aunque seguía otorgando ayuda alimentaria a países africanos, también ha llegado a apoyar eventos y festivales de dicha comunidad en América Latina, África, Asia, Europa… ¿El objetivo? Defender los derechos humanos, combatir el estigma y promover la inclusión social de este grupo social.
Eso a nivel internacional, a nivel local, es decir, dentro de EU, algunos líderes del partido republicano se iban posicionando como anti woke, mientras en el partido contrario, lo hacían a favor del “wokismo”. Pero con la llegada de Biden a la presidencia en 2021, esta agenda de género tomó una dimensión inusitada, pues además de instaurar las oficinas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), en escuelas desde nivel primaria hasta universidad, también se instruyó el apoyo de este tipo de políticas en otras áreas del gobierno como el propio ejército.
Y el asunto no paró ahí, también en empresas privadas, como plataformas digitales (Netflix, Disney+) o redes sociodigitales (Facebook, Instagram), se incentivó a fomentarla, incluido lo que se denominó la “inclusión forzada”, es decir, que tanto en puestos de gobierno como en películas o series televisivas, se integrara personas de estas comunidades: afroamericanos, inmigrantes, parejas del mismo sexo, transexuales, etcétera. Pero lo que más polémica generó fue que se diera rienda suelta al tema de la “disforia de género”, que, en resumen, puede señalarse como la experiencia de una persona a vivir en un cuerpo equivocado.
Lo que derivaba en que las oficinas DEI pudieran canalizar a adolescentes a clínicas para tratamientos psicológicos y hormonales que les permitieran impedir los cambios biológicos de la adolescencia y posteriormente, cambiar de género y sexo, si así lo deseaban. Lo anterior, podía hacerse con el permiso o no, de los padres, dependiendo de las legislaciones estatales de los “estados progresistas”. Habría que señalar que Suecia, país pionero en este tipo de tratamientos (1972), ya los había detenido en febrero de 2022, por el aumento exponencial de casos, así como situaciones de arrepentimiento (años después) de los pacientes, malos diagnósticos (no era disforia sino algún tipo de autismo, mezclado con déficit de atención) o casos de posible conflicto de interés entre médicos y grandes laboratorios.
Por supuesto, el regreso de Donald Trump a la presidencia ha dado como resultado una feroz contra ofensiva hacia todo este tipo de políticas públicas e instancias del gobierno, nacionales (oficinas DEI) e internacionales, como la USAID, las cuales ordenó cancelar. Pues como esta agencia (la USAID) también financiaba a miles de medios de comunicación, algunos de los cuales habían sido feraces con el ex presidente Trump, motivaciones políticas le sobraban.
Pero más allá del conflicto político, como se puede ver, este movimiento tiene implicaciones ideológicas y culturales altamente complejas, pues si bien muchas de las causas que enarbola, pueden ser fácilmente aceptadas, algunas otras ya no lo son tanto. Algunos analistas y hasta filósofas han señalado que este movimiento no es igual a ser de izquierda, pues no es universalista, sino tribalista. Además, de que esta agenda “identitaria”, al centrarse en este tipo de aspectos, deja de lado necesidades sociales más apremiantes como la pobreza extrema, la carencia de agua, de vivienda, acceso a la salud, a la educación, de franjas de la sociedad mucho más amplias.
Aunado a lo que muchas feministas denominan como “el borrado de las mujeres”, pues en su lucha para no ser discriminadas, colectivos de “mujeres trans”, presionan, con éxito en varios países, incluido México, para que se incluya el término “persona gestante” en lugar de “mujer”, en las legislaciones estatales y nacionales.
Desde luego, que los promotores de esta ´cruzada´ anti woke sean partidos y líderes políticos que enarbolan discursos de odio, racistas y violentos, provoca que quienes llamamos a la reflexión sobre la conveniencia de re pensar los límites a este movimiento, fácilmente seamos acusados de machos cavernícolas, no obstante, urge se aborde el tema, pues a pesar de la cancelación de la USAID, uno de los mayores promotores que operaba desde la ONU, el movimiento parece pronunciar este tipo de políticas públicas en muchos países en los que los responsables políticos ni siquiera conocen de todo esto.
Por ejemplo, en nuestro país, algunos integrantes del partido gobernante parecen querer legislar a favor de lo que llaman “los derechos de las infancias trans”, y como este tipo de causas siguen con la aureola de ser “progresistas”, no vaya a ser que quieran imponerlo, porque se supone que el movimiento está a favor de la inclusión y la diversidad, supongo eso incluye el diálogo con los que pensamos distinto, ¿o no?
Saúl Loera.
コメント